Dr. Juan Carlos Olivares Toledo
Antropólogo U. de Chile
DIRECCIÓN MUSEOLÓGICA/UACh

SUICIDIO, DIVERSIDAD CULTURAL & TRISTEZA PATALÓGICA Una mirada desde la antropología & la cultura

A inicios del siglo XVI, al momento del contacto inicial entre indígenas del Nuevo Mundo y gentes de Europa, las diversas cosmovisiones americanas contenían un discurso acerca del suicidio. Así, en la sociedad Maya de hace centurias, el suicidio era un autosacrificio y poseía un gran y magnífico valor en el imaginario de aquellas gentes. Ixtab, “la de la cuerda”, era la diosa del suicidio en la sociedad Maya de antaño. Ella, es la esposa del dios de la muerte, Ah P’uuch [conocido también como “el descarnado”, “el putrefacto” o “el que emana gases”]. Ixtab es también, la divinidad de la horca y se relacionaba con la vida futura de los suicidas en un paraíso especial y magnífico al cual arribaban al morir. Ixtab guía a los suicidas en estos lugares desconocidos, es “guía de almas” y les entrega protección. En la tradición Maya, el suicidio era una manera extremadamente honorable de morir. Incluso, honorable como el sacrificio de los guerreros enemigos capturados en batalla.
Ella, está amarrada a una “doble moral” en la mundovisión Maya. En una perspectiva, es una diosa benigna protectora de los suicidas, pero también -en otra muy diferente-, es un espíritu maligno, ella seduce a los hombres mediante la belleza y les da muerte al revelar su apariencia demoníaca. Es el desenmascaramiento, la irrupción de la muerte, el fin de la imagen aparente. En la iconografía Maya, Ixtab es representada como un cadáver algo putrefacto, los ojos cerrados y pendiendo de un árbol.
Así como en la sociedad indígena Maya de hace siglos existía una narrativa del suicidio, hoy en día, en los pueblos originarios de América y también, entre los nuestros, ese discurso también existe. En efecto -a modo de ejemplo-, entre los Pewenches de Alto Biobío, según Tania Solar, el fenómeno del suicidio se puede “leer” como “[…] una fuerza maligna externa a su voluntad, él se apodera de la persona y los actos criminales por propia mano. Esta fuerza no muere con la persona, pero sigue siendo, por lo que puede seguir haciendo daño a los demás. Normalmente, parece que este » mal » puede ser diagnosticado y curado por otro especialista, por lo general una machi o chamán” [Solar, 2013].
Entonces, el estudio y comprensión del fenómeno de la conducta suicida en grupos de Alteridad Cultural, demanda -necesariamente-, el elaborar perspectivas “emic” respecto del hecho. Sin aquella mirada -esencialmente culturalista-, seguiremos pensando el suicidio únicamente como una representación de la tristeza patológica y cerrando el campo -fatalmente- a la posibilidad de salvar vidas.